Esta reseña fue escrita por Jorge Márquez Gaspar @GeorgeMzGr el 26 de junio de 2011.
Cuando pienso en La Vida Bohème invoco los momentos más increíbles que he vivido y este 24 de junio, por mucho, ha sido el más excepcional.
La espera fue larga, a las 9 de la noche en Teatro Bar todavía seguía llegando gente y al poco tiempo ya el local estaba repleto. Las personas se aglomeraban en el pasillo entre los dos ambientes, esperaban a que terminara la prueba de sonido para que al abrirse las puertas pudieran colocarse lo más cerca posible de la tarima. Mientras, la música que se colaba por las puertas que nos separaban de la banda nos indujo a cantar sus canciones como un gran coro. Al parecer nosotros también estábamos haciendo nuestra propia prueba de sonido.
Pasadas las doce, abrieron las puertas y en pocos segundos el espacio frente a la tarima estaba ocupado por decenas de personas ansiosas por La Vida. Un rato después no se monta una banda, se monta La Clem de la Clem, una chica que sólo puede ser descrita como genial, y que con su guitarra, sus sonidos de sintetizadores y su voz particular nos brindó lo que sería el comienzo de una noche impresionante.
Ya el lugar estaba repleto, quien quisiera moverse frente a la tarima no podría volver a donde estaba. Se sentía cómo el público contaba los segundos y se movía con la música seleccionada por Misstape Mabe y JC Ballesta.Unos gritos anuncian que La Vida está subiendo las escaleras desde el backstage y pronto en tarima está la banda que no se veía en Caracas desde el 22 de enero en La Plaza Alfredo Sadel. El público se emociona, y luego de un cálido saludo de Henry D’Arthenay, se escuchan esos primeros sonidos de trompetas que todos conocemos. A partir de ese momento ya no hay individuos, todos somos uno, saltando al mismo tiempo, coreando las misma letra, compartiendo la misma pintura. Su música nos golpea directo, nos invita a movernos sin pensarlo, como si fuera un hechizo lo que cantan. La Vida nos hace recordar la realidad del país y como “los muertos de El Rodeo también son nuestros muertos”. Pasan a “Calle Barcelona” y mientras Boli le coloca una cuerda de repuesto a su bajo, suenan dos canciones nuevas, aunque ya interpretadas en otras oportunidades: “La Bestia”, una canción hermosa y tranquila, que nos lleva a volar y a sentirnos en un mejor lugar, y “Hornos de Cal” que con su fuerza nos relata la vida de la población marginada de Venezuela. Después bailamos para quitarnos nuestros males con "Danz!" impulsándonos hacia todos lados y drenando adrenalina. Con Nicaragua, nos dicen que matan a Nuestra y que es momento de evolucionar, que hay que evitar lo que siempre pasa en este país, que nos quedemos atascados sin que ocurran los cambios. Posteriormente se despiden con una nueva canción: “Funciona” la cual nos presenta su propuesta experimental y que al mismo tiempo no deja de ser de ellos, mostrándonos el futuro de esta banda, el cual a mi parecer será increíble.
El público no los deja ir y logra convencerlos de que toque “Flamingo”, la cual me dibuja una sonrisa en el rostro y su letra me invoca miles de imágenes, vivencias y el cuento que leí hace poco inspirado en esta canción. Luego se establece mediante un pacto con un miembro del público, que nos representaba a todos, que “El Zar” sería la última interpretación de la noche. La emoción se apodera de todos, Henry marca el tiempo con la pierna izquierda casi como llevando el compás de la marcha que sigue el ejército "La Résistance" frente a él. El público canta y baila con todas sus fuerzas, cada quien trata de aprehender con sus manos ese momento, intentando que no escape.Pero llega el final, la banda se despide y promete que esto no ha terminado para Caracas, en agosto se hará el toque grande para todas las edades.


muy pero muy bueno ese conciertoooo!!! brutaal
ResponderEliminar¡Muy buena reseña! Genial que hayas mencionado el cuento de Rodrigo Blanco :D
ResponderEliminarMuchas gracias. ¡Nos alegra que les haya gustado!
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